¡Hola! Soy Sharon

Mujer sonriendo sentada en una silla en un ambiente interior decorado con plantas verdes.

Mi camino comenzó mucho antes de imaginar que algún día sostendría espacios de formación, comunidad y acompañamiento para otras mujeres.

Inicié mi práctica de yogāsana a los 19 años, en el año 2007. En ese momento, el yoga llegó como un refugio silencioso, sin promesas, pero con una profundidad que poco a poco empezó a ordenarlo todo por dentro.

Paralelamente, mi vida profesional se desarrollaba en el mundo de la comunicación, el mercadeo y la estrategia. Trabajé en agencias y departamentos de publicidad, aprendiendo a leer contextos, a comunicar con intención, a construir mensajes y marcas.

Sin embargo, con el tiempo, algo comenzó a incomodarme: sentía que ese entorno no honraba del todo mi sensibilidad ni mi deseo de servir con propósito.

Grupo de personas jóvenes y una mujer adulta en un parque, algunos con camisetas azules de eventos deportivos en Costa Rica, sonriendo y posando para una foto grupal.

Esa búsqueda me llevó a trabajar durante más de cinco años en una organización sin fines de lucro que promueve la inclusión de personas con discapacidad intelectual a través del deporte, mientras continuaba colaborando como freelance en distintos proyectos.

Allí entendí, de forma encarnada, que la comunicación puede ser una herramienta de transformación social cuando se sostiene desde la ética, la empatía y el respeto por la dignidad humana.

En abril del 2015, mi vida dio un giro profundo con la partida de mi madre. El duelo me llevó inevitablemente hacia adentro.

Fue un tiempo de silencio, de escucha y de trabajo interno honesto.

Sanar por mí, por ella, por mis ancestras.

Sabía que necesitaba sentarme con mi proceso y quitarme la mascara de “estoy bien” del día a día, en mi rutina de ese entonces.

En septiembre de ese mismo año, tuve el privilegio de poder hacer una pausa en el medio del proceso de duelo. Tomé un mes completo para hacer mi primer programa intensivo de yoga de 200 horas en el Caribe Sur de Costa Rica, una de mis zonas favoritas del país.

Encontré en la práctica, la filosofía y las mantras, el contacto con la naturaleza y el silencio, un camino diferente para conocerme mejor, cuestionar mis creencias, hacer el trabajo interno y atravesar mi duelo desde un lugar presente y amoroso hacia mi misma.

Aprendí a resignificar el dolor en propósito. A comprender que sostener espacios para otras mujeres no es un acto superficial, sino una responsabilidad ética, amorosa y profundamente política.

Desde entonces, mi compromiso ha ido refinándose en crear espacios accesibles de conexión y autoconocimiento para mujeres; donde puedan aprender y cultivar herramientas para el autocuidado, la empatía y la compasión para atravesar los procesos de la vida.

Una mujer con chaqueta de mezclilla y pantalones de mezclilla con una bolsa en la mano, caminando por un sendero rodeado de vegetación densa.

Ella es mi mamá:

Fanny Espinoza Montero.

Mi camino de formación como profesora de yoga comenzó formalmente en el 2015

dentro del linaje Nath Shiv y bajo una metodología que integra la tradición del Hatha Yoga de los Himalayas, transmitida por Yogrishi Vishvketu, con el enfoque de empoderamiento, creatividad y divinidad femenina de Adi Shakti.

Desde el 2017 compartí clases y formaciones en ingles, en la escuela SoulWork, mientras seguía profundizando mi práctica personal y estudios y emprendía en Karuna Tribu.

Cuento con las certificaciones Experienced Yoga Teacher 500-EYT, Prenatal Yoga Teacher 85-RPYT avaladas por Yoga Alliance y cuento con más de 500 horas de Educación Continua +5000 horas de enseñanza registradas.

En los últimos años he profundizado mis estudios en Yoga y Meditación Informado en Trauma, Comunicación No Violenta y Liderazgo Consciente, entendiendo que facilitar no es dirigir, sino saber sostener.

En el 2017 fundé Karuna Tribu,

inicialmente como un estudio de yoga en un espacio de mi casa donde ofrecía talleres y clases. No lo pensé como una marca, sino como una tribu: un lugar donde la práctica pudiera vivirse con compasión, humanidad, contexto y coherencia.

Grupo de personas celebrando, algunas con diplomas y vestimenta colorida, en un ambiente natural con plantas verdes de fondo.
Un grupo de cinco mujeres jóvenes sentadas en un espacio al aire libre, participando en una sesión de meditación o reunión espiritual, con plantas verdes y una barandilla de madera en el fondo.
Mujer sosteniendo un perro pequeño en una habitación con paredes decoradas y estantes con libros y objetos.
Grupo de personas participando en una clase de meditación o yoga en un salón de madera, sentados en círculo en el suelo y en cojines, en un ambiente calmado y natural con luz suave.

El año 2020 marcó otro punto de inflexión. Con la pandemia y los cierres globales, decidí crear la plataforma virtual de Karuna Tribu y esto permitió tener un alcance internacional. En ese proceso tomé conciencia de algo que me atravesó profundamente: el estudio serio del yoga era, en muchos casos, inaccesible para la comunidad latinoamericana.

Viajar a India, asistir a retiros costosos en zonas gentrificadas de nuestros países, estudiar en inglés… era un privilegio reservado para pocos. Decidí entonces apostar por un modelo distinto: formaciones en línea de alto estándar académico, ético y humano, accesibles en idioma, contexto y valor económico, sin sacrificar profundidad ni rigor.

Desde esa visión, Karuna Tribu® ha crecido como una comunidad latinoamericana comprometida con la integración del yoga clásico en la vida moderna, formando a cientos de facilitadoras y acompañantes conscientes.

Mujer mirando por una ventana con vista a un cuerpo de agua y construcciones tradicionales.

Honrar la historia es una parte esencial de mi camino.

En el 2019 realicé mi primer viaje formativo a India, profundizando en el estudio de Hatha Yoga Clásico y en la escuela de Akhanda Yoga; integrando respiración, filosofía, movimiento y energía como un solo tejido vivo.

Cada experiencia con mis maestros ha reafirmado mi compromiso de transmitir estas enseñanzas con respeto cultural, humildad y coherencia.

Hoy, Karuna Tribu es la expresión viva de mi historia personal y profesional.

Mujer con cabello castaño oscuro y rizado, sonrisa suave, sentada en un sillón con marco de madera y cojín blanco, rodeada de plantas verdes en interior con luz natural.

Un espacio donde se entrelazan la comunicación consciente, el liderazgo compasivo, el yoga sensible para todas las personas y la creación de comunidad.

Un lugar donde recordamos que acompañar es un acto de presencia y que la transformación real nace de la bondad del corazón.